Perrine Monogatari
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Han pasado tan solo unos cinco días desde que el padre de la pequeña Perrine murió en una aldea de
Bosnia dejando solas a su mujer e hija. Antes de morir, él le había pedido a su mujer que llevase a su hija donde su abuelo en Maraucourt, en la lejana
Francia. Con la ayuda de un viejo
carromato, su
burro Parikal y acompañadas por su fiel
perro Barón, las dos parten, emprendiendo un largo y duro camino. Como no poseen mucho dinero, la madre de Perrine toma el oficio de su marido, el de fotógrafo ambulante y gana para los interminables gastos del viaje tomando fotografías en diferentes ciudades a través de
Europa. Desde la muerte de su marido, la salud de la madre de Perrine no es muy buena, y a medida de que pasa el tiempo su condición empeora. Por el otro lado, ambas hacen buenos amigos durante el trayecto conociendo a todo tipo de gente, en especial, el pequeño Marcel. Marcel es hijo de artistas de
circo y así también un gran
acróbata, él pronto se encariña con Perrine, su madre, Barón y también Palikar. La salud de la señora empeora mucho y una vez en
París se ve incapaz de continuar. Las viajantes consiguen alojamiento en una pequeña posada dirigida por el
avaro Simón y allí la madre pasa muchos días en cama. Ella sabe ahora que le queda poco tiempo de vida y decide confesarle a Perrine algunas cosas que había callado. Resulta que el abuelo de Perrine se había opuesto al matrimonio de su hijo con una extranjera y desde entonces no se habían vuelto a dirigir la palabra. Perrine no será recibida con los brazos abiertos en la casa de su abuelo y tendrá que ganarse su cariño gracias a su bondad y buenos consejos de su madre. Después de esta confesión, la señora muere tranquilamente y en unos días es enterrada en los alrededores. Perrine se queda sola con Barón tras haber tenido que vender a su fiel burro y emprende su viaje de nuevo hasta Maraucourt, donde espera que una persona que ni la conoce le permita quedarse en su casa.
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